miércoles, 21 de octubre de 2009

Violencia ejercida desde el poder

Tahira Vargas

Existen diferentes tipos de violencia: violencia psicológica, verbal, física y estructural. Esta ultima es definida por José María Tortosa y Daniel La Parra, “El término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratificación social, es decir, sin necesidad de formas de violencia física directa”.

La violencia en la sociedad dominicana se manifiesta desde lo micro a lo macro. En las esferas micro-sociales la encontramos en el hogar (relaciones hombre-mujer, padres/madres—hijos) la escuela, resolución de conflictos cotidianos, el transito, delincuencia y la esfera laboral. En lo macro encontramos un permanente ejercicio de violencia que se produce desde las esferas de poder donde se mezcla la violencia estructural, con violencia psicológica y violencia física.

En este artículo nos vamos a centrar en la violencia que se ejerce desde las esferas de poder. Esta violencia tiende a mantenerse invisible, ocultada o enmascarada por los mismos agentes de poder que mantienen “supuestos discursos” contra la violencia pero que ejercen continuamente violencia contra la ciudadanía en general.

Algunas de las expresiones de violencia ejercida desde el poder en nuestro país son:

1. Precariedad en el suministro de los servicios básicos. El sometimiento diario y continuo a toda la población, con mayor fuerza a la más vulnerable, a apagones, deficiencias en el suministro de agua potable y saneamiento es un ejercicio de violencia. Con ello se somete a la ciudadanía a vivir en inseguridad y sin acceso a las necesidades básicas.

2. Exclusión, abandono y Pobreza. A pesar de que nuestro Presidente muestra en la Asamblea de Naciones Unidas ( Sept-09) un discurso de mucha sensibilidad hacia las muertes de niños y personas por hambre en el mundo, esta sensibilidad no parece extenderse hacia su país. En nuestro país se ha incrementado la pobreza en un 3% y con ello el hambre y las precarias condiciones en que vive la población. La intervención en esta realidad no es el interés principal de nuestro gobierno que prefiere invertir millones de dólares en la construcción del corredor Duarte y grandes obras. Esta es una práctica de exclusión, pues no se prioriza la redistribución de los ingresos en las comunidades rurales y urbano-marginales del interior del país y de Santo Domingo ni en el desarrollo de capacidades (educación, salud, empleo) para el desarrollo humano.

3. Asesinatos diarios de jóvenes y hombres en manos de la policía en supuestos “intercambios de disparos”. La presencia continua de ajusticiamientos de la policía (incluyendo los últimos casos y escándalos) son modelos que repiten el ejercicio del terror trujillista y balaguerista. La policía desaparece diariamente a entre uno y dos jóvenes-hombres por día. Se ha institucionalizado la pena de muerte como método de investigación a “sospechosos”. ¿Puede hablarse de una “revolución democrática” en el terror? ¿Por qué estas muertes no le preocupan al Presidente de la Republica y a su imagen de “demócrata ejemplar”?

4. Violencia ejercida desde el congreso y la asamblea nacional hacia la población y sus derechos fundamentales. Tenemos ahora una nueva constitución que niega los derechos fundamentales de la ciudadanía a: accesar a playas, demandar casos de corrupción e inconstitucionalidad, de las mujeres a optar por sus vidas, de las personas con opciones sexuales diversas a formar familias, de los hijos de migrantes a nacionalidad y educación y de perdida de la independencia del poder judicial. Esta constitución es un ejercicio de violencia a la población que surge de una imposición desde el Pacto firmado entre Leonel Fernández y Miguel Vargas en un estilo totalmente autoritario que suplanta la democracia y que no puede llamarse “revolución democrática” sino por el contrario “revolución autoritaria”.

Todos estos elementos nos muestran una sociedad que sufre una permanente violencia estructural y física desde los estamentos de poder. El ejercicio del poder en el país ha ido tornándose en un ejercicio de terror y dejando de lado el modelo democrático que debería tener. No se respetan las libertades ni los derechos de la ciudadanía. La democracia no convive con el terror, el terror no convive con la gobernabilidad y menos aún con proyectos vinculados al “progreso” y la “inversión extranjera”.

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